CHLAMYDIA Y CHLAMYDOPHILA
Chlamydia
y Chlamydophila
La familia Chlamydiaceae incluye dos
géneros con importancia clínica, Chlamydia y Chlamydophila, con
tres especies responsables de enfermedad en el ser humano:
1)
Chlamydia trachomatis,
2)
Chlamydophila psittaci y
3)
Chlamydophila pneumoniae.
Otras especies se han incluido dentro
de estos dos géneros, pero son patógenos humanos poco frecuentes.
Las bacterias de la familia
Chlamydiaceae se consideraron inicialmente virus debido a que son lo suficientemente
pequeñas como para atravesar filtros de 0,45 um ya que son parásitos
intracelulares obligatorios.
Sin embargo, estos microorganismos
tienen las siguientes características de las bacterias: 1) poseen una membrana
interna y otra externa semejantes a las de las bacterias gramnegativos.
2) contienen acido desoxirribonucleico
(ADN) y ácido ribonucleico (ARN).
3) poseen ribosomas procariotas.
4) sintetizan sus propias proteínas,
ácidos nucleicos y lípidos, y
5) son sensibles a numerosos antibióticos
antibacterianos.
Al contrario
de lo que ocurre con otras bacterias, las clamidias presentan un ciclo vital
peculiar, ya que pasan por formas infecciosas inactivas desde el punto de vista
metabólico (cuerpos elementales [CE]) y por formas no infecciosas con
actividad metabólica (cuerpos reticulados [CR]).
Fisiología y estructura
De un modo parecido a una espora, los cuerpos elementales son
resistentes a muchos factores ambientales estresantes. Aunque estas bacterias
no cuentan con la capa de peptidoglucanos rígida que existe en la mayor parte
de las restantes bacterias, su núcleo denso central se rodea de una membrana
citoplasmática y de una membrana externa de doble capa.
La pared
celular contiene un lipopolisacarido (LPS) que es
común a todos los miembros de la familia. El LPS solo tiene una actividad débil como endotoxina. La proteína principal de
la membrana externa (MOMP) de la pared celular es un componente estructural importante de
la membrana externa y es única de cada especie. C. trachomatis tiene regiones variables en el gen que codifica
esta proteína y son responsables de las 18 variantes serológicas (llamadas serovar).
También se encuentran regiones variables parecidas en las
MOMP de C. psittaci; por el contrario, la MOMP de C. pneumoniae es homogénea y solo se ha descrito una serovar.
Una segunda proteína de membrana externa muy conservada, OMP2, es compartida por todos los miembros de la familia Chlamydiaceae.
Esta proteína rica en cisteína es responsable de los extensos puentes disulfuro
que dan estabilidad a los cuerpos elementales.
Los cuerpos
elementales no se pueden replicar, pero son infecciosos, de forma que se pueden
ligar a receptores en las células anfitrionas y estimular su captación por la célula
infectada. En esta localización intracelular, los cuerpos elementales se
convierten en cuerpos reticulares, la forma de clamidia con actividad metabólica
que se replica. Dado que en los cuerpos reticulares no existen proteínas con
extensos enlaces cruzados, esta forma resulta frágil a nivel osmótico; sin
embargo, se protegen por su localización intracelular.
Las
Chlamydiaceae se replican gracias a un ciclo de crecimiento único que se
produce dentro de las células anfitrionas susceptibles. Este ciclo se inicia
cuando los cuerpos elementales infecciosos pequeños (300-400 nm) se unen a las
microvellosidades de las células susceptibles, tras lo cual se produce una penetración
activa en la célula anfitriona.
Tras ser internalizadas,
las bacterias permanecen dentro de fagosomas citoplasmáticos, en los que tiene
lugar el ciclo de replicación.
Si la
membrana externa del cuerpo elemental está intacta, se inhibirá la fusión de
los lisosomas celulares con los fagosomas que contienen los CE, lo que evitara
la destrucción intracelular.
Si la membrana
externa se lesiona o se inactivan las bacterias mediante calor o recubrimiento
por anticuerpos, se produce la fusión del fagolisosoma con la consiguiente destrucción
de las bacterias.
A las 6-8 horas de entrar en la célula, los cuerpos elementales se reorganizan
en cuerpos reticulares más grandes (800-1.000 nm) y con actividad metabólica.
Las Chlamydiaceae son parásitos de
energía porque emplean la adenosina trifosfato de la célula anfitriona para
satisfacer sus necesidades energéticas.
Patogenia
e inmunidad.
El abanico de células que puede
infectar C. trachomatis es limitado. Los receptores para CE se
restringen fundamentalmente a las células del epitelio cilíndrico no ciliado,
cuboidal y de transición que se encuentran en las membranas mucosas de la
uretra, el endocervix, el endometrio, las trompas de Falopio, el ano y el
recto, aparato respiratorio y la conjuntiva.
La serovariante LGV se replica en los
fagocitos mononucleares presentes en el sistema linfático. Las manifestaciones clínicas
de las infecciones por clamidias son:
1) la destrucción directa de las células
durante la replicación, y
2) la respuesta inflamatoria del
organismo anfitrión.
Las clamidias logran acceder al
anfitrión a través de mínimas abrasiones o laceraciones. En el LGV, las
lesiones se forman en los ganglios linfáticos que drenan el foco de la
infección primaria.
La infección no confiere una inmunidad
duradera. Por el contrario, la reinfección induce de forma característica una
respuesta inflamatoria importante con posterior daño tisular.
Esta respuesta origina una pérdida de
visión en pacientes con infecciones oculares crónicas, y la cicatrización con
esterilidad y disfunción sexual en los aquejados de infecciones genitales.
Se cree que C. trachomatis origina
la enfermedad bacteriana de transmisión sexual más frecuente en EE. UU.
En el año 2006, en este país se comunicaron 1 millón de infecciones.
Sin embargo, se cree que esta cifra es más
baja que la real debido a que la mayor parte de los sujetos infectados no
recaba tratamiento farmacológico o recibe un tratamiento en ausencia de un
diagnostico especificó.
Epidemiología
C. trachomatis tiene una distribución universal y
produce tracoma (queratoconjuntivitis crónica), enfermedad oculogenital,
neumonía y LGV. El tracoma es endémico en el norte de África y el África
subsahariana, el Oriente Medio, el sur de Asia y América del Sur. La Organización
Mundial de la Salud calcula que unos 6 millones de personas están ciegas como consecuencia
del tracoma y más de 150 millones necesitan tratamiento. El tracoma es la principal
causa de ceguera evitable.
Las infecciones afectan
fundamentalmente a los niños, los cuales constituyen los principales
reservorios de C. trachomatis en las áreas endémicas. La incidencia
de la infección es menor en los niños mayores y en los adolescentes; sin
embargo, la incidencia de la ceguera continúa aumentando durante la edad adulta
conforme progresa la enfermedad.
El tracoma se transmite de un ojo a otro a través
de gotitas, las manos, la ropa infectada y las moscas que van a los ojos, las
cuales transmiten secreciones oculares de los ojos de los niños infectados a
los de los niños sanos.
Debido al alto porcentaje de niños
portadores de C. trachomatis en sus aparatos respiratorios y
gastrointestinales en las áreas de endemicidad, el patógeno se puede transmitir
también mediante gotas respiratorias o mediante contaminación fecal. El tracoma
suele ser endémico en las comunidades donde existe hacinamiento y malas
condiciones sanitarias y la higiene individual es deficiente, es decir, los
factores de riesgo que facilitan la transmisión de infecciones.
La mayor parte de los casos de conjuntivitis
de inclusión de los adultos por C. trachomatis se registran en individuos
de edades comprendidas entre 18 y 30 años,
y la infección
genital precede probablemente a la afectación
ocular. Se cree que las vías de transmisión son la auto inoculación y el
contacto oral-genital. Una tercera forma de infección ocular por C. trachomatis es la conjuntivitis de
inclusión del recién nacido, una infección que se adquiere durante el paso del
niño a través del canal del parto.
Enfermedades
clínicas
Tracoma
El tracoma es una enfermedad
crónica producida por
las serovariantes A, B, Ba y C. Inicialmente, los pacientes tienen una conjuntivitis
folicular con
inflamación difusa que afecta toda la conjuntiva. La conjuntiva va presentando
cicatrices conforme progresa la enfermedad, haciendo que el parpado del paciente
se retraiga. Las pestañas que crecen hacia dentro producen excoriaciones en la córnea
y finalmente ocasionan una ulceración corneal, cicatrización, formación de pannus (invasión de los vasos de la córnea) y
pérdida de visión.
Conjuntivitis
de inclusión en los adultos
En los
adultos sexualmente activos se ha observado una conjuntivitis aguda folicular
producida por las cepas de C. trachomatis que se asocian a las infecciones
genitales (A, B, Ba, D y K). La infección se caracteriza por la presencia de
secreciones mucopurulentas, queratitis, infiltrados corneales y, en algunos casos,
un cierto grado de vascularización corneal. Se han observado cicatrices en los
pacientes con infección crónica.
Conjuntivitis
neonatal
Las
infecciones oculares se producen también en los niños expuestos a C. trachomatis durante
el parto. Después de una
incubación
de 5 a 12 días, los parpados del niño se hinchan, con hiperemia y abundantes secreciones
purulentas. Las infecciones
no tratadas
pueden durar hasta 12 meses, durante los cuales se produce cicatrización y vascularización
corneal. Los niños que no se tratan o reciben únicamente un tratamiento tópico
tienen riesgo de presentar una neumonía por C. trachomatis.
Neumonía
del lactante
El periodo de
incubación de la neumonía del lactante es variable, pero suele comenzar entre 2
y 3 semanas después del nacimiento. Inicialmente se observa rinitis,
apareciendo después una tos en staccato típica. El niño permanece
afebril durante la enfermedad clínica,
la cual se prolonga varias semanas. Los signos radiológicos de la infección
pueden durar varios meses.
Linfogranuloma venéreo ocular
Los
serovariantes del LGV de C. trachomatis se han visto implicados
en la conjuntivitis oculoglandular de Parinaud, una inflamación de la
conjuntiva que se asocia a linfadenopatias preauriculares, submandibulares y
cervicales.
Infecciones urogenitales.
La mayoría de
las infecciones del aparato genital en las mujeres son asintomáticas (hasta el
80%), pero se pueden volver sintomáticas; entre sus manifestaciones clínicas están
la bartolinitis, la cervicitis, la endometritis, la perihepatitis, la
salpingitis y la uretritis.
Linfogranuloma
venéreo
Tras un
periodo de incubación de 1 a 4 semanas, en los pacientes con LGV aparece una lesión
inicial en el lugar de la infección (p. ej., pene, uretra, glande, escroto,
pared vaginal, cuello, vulva). Sin embargo, la lesión (pápula o ulcera) pasa inadvertida,
porque es pequeña, indolora, no llama la atención y remite rápidamente.
Diagnóstico de laboratorio
La infección
por C. trachomatis se puede diagnosticar:
1) por los
hallazgos citológicos, serológicos o de cultivo;
2) mediante la
detección directa del antígeno en las muestras clínicas, y
3) por el uso
de sondas moleculares. La sensibilidad de cada método depende de la población
de pacientes examinada, el lugar del que se obtiene la muestra, y la naturaleza
de la enfermedad.
Citología
El examen de
muestras celulares tenidas con Giemsa para determinar la presencia de
inclusiones fue el primer método que se usó para el diagnóstico de la infección
por C. trachomatis.
Detección
antigénica
Se han
utilizado dos enfoques generales para la detección de los antígenos de clamidia
en las muestras clínicas: la tinción de inmunofluorescencia directa con
anticuerpos monoclonales conjugados con fluoresceína e inmunoanálisis de adsorción ligada a enzimas.
Cultivo
El
aislamiento de C. trachomatis en el cultivo celular continúa siendo
el método más específico para
diagnosticar las infecciones por C. trachomatis, pero resulta relativamente insensible comparado
con las técnicas de amplificación de ácidos nucleicos.
Detección
de anticuerpos
La serología
tiene un valor limitado en el diagnóstico de las infecciones urogenitales por C. trachomatis
en
adultos, dado que la prueba es incapaz de diferenciar entre infecciones actuales
y previas.
Puede ser útil
la demostración de un aumento significativo del título de anticuerpos; sin
embargo, este incremento puede no ser evidente durante 1 mes o más, en especial
en los pacientes que reciben tratamiento antibiótico.
La determinación
de los anticuerpos de tipo IgM tampoco resulta de utilidad, ya que los
adolescentes y los adultos no suelen producir estos anticuerpos. Una excepción
es la detección de anticuerpos IgM en los niños con neumonitis por clamidias.
Tratamiento,
prevención y control
Se recomienda que los pacientes con LGV
se traten con doxiciclina durante 21 dias. En los niños menores de 9 años, en las
embarazadas y en los pacientes que no son capaces detolerar las doxiciclina, se
recomienda el uso de eritromicina.
Chlamydophila
pneumoniae
C. pneumoniae se aisló por primera vez en la
conjuntiva de un niño en Taiwán. Se consideró inicialmente como una cepa causante
de psitacosis, ya que la morfología de las inclusiones que formaban en el
cultivo celular era parecida. Sin embargo, posteriormente se observó que la
cepa de Taiwán (TW-183) tenía relación serológica con un aislamiento faríngeo
conocido como AR-39, pero no estaba relacionado con las cepas del psitacosis.
El nuevo microorganismo se llamó inicialmente TWAR, a continuacion se clasifico
como Chlamydia
pneumoniae, y finalmente
se situó en el nuevo género Chlamydophila.
Tan solo se ha identificado un
serovariante (TWAR). La infección se transmite a través de las secreciones
respiratorias; no se ha identificado ningún reservorio animal.
)
C. psittaci es la causa del psitacosis
(fiebre del loro), que se puede transmitir al ser humano. La enfermedad se
observó por primera vez en los loros, de ahí el nombre de psitacosis (psittakos es la palabra griega para
loro). No obstante, el reservorio natural de C. psittaci es casi cualquier especie de ave, y la enfermedad se ha denominado
más correctamente como ornitosis (que deriva de la palabra
griega ornithos, ave).
Otros animales como las ovejas,
vacas y cabras, así como el ser humano, se pueden infectar. El microorganismo
esté presente en la sangre, los tejidos, las heces y las plumas de los animales
infectados, que pueden parecer enfermos o sanos.
La infección penetra a través
del aparato respiratorio, desde donde las bacterias se diseminan a las células
reticuloendoteliales del hígado y del bazo.
1) las infecciones humanas pueden ser
asintomáticas o leves;
2) puede que no se sospeche la
exposición a un animal infectado;
3) puede que no se recoja suero en el
periodo de convalecencia para poder confirmar el diagnóstico, y
4) el tratamiento antibiótico puede
enmascarar la respuesta humoral.
Psitacosis en un varón
previamente sano
Describieron
el caso de un varón de 24 años que fue ingresado en un hospital local por dificultad
respiratoria aguda. Varios días antes del ingreso, empezó a presentar
congestión nasal, mialgias, tos seca, disnea leve y cefalea. En el momento previo
al ingreso, la tos se hizo productiva y presentó dolor pleurítico, fiebre,
escalofríos y diarrea.
Las
radiografías mostraron una consolidación del lóbulo superior derecho de los
pulmones con infiltrados parcheados en el lóbulo inferior izquierdo. A pesar de
que el tratamiento antibiótico incluyó eritromicina, doxiciclina, ceftriaxona y
vancomicina, su estado pulmonar no empezó a mejorar hasta los 7 días y no
recibió el alta hospitalaria hasta pasado 1 mes del ingreso.
La
anamnesis detallada puso de manifiesto que este paciente había estado expuesto
a loros
en
un hotel durante sus vacaciones. El diagnóstico de neumonía por C. psittaci se
estableció por pruebas serológicas e identificación del microorganismo en
cultivo celular.
TAMBIEN LES PROPORCIONO UN LINK DEL MISMO ARCHIVO EN PDF:
Bibliografía
Arcari C, et al: Association between Chlamydia
pneumoniae immunoglobulin
A and acute myocardial infarction in
young men in the United States
military: Importance of timing of
exposure measurements. Clin Infect
Dis 40:1123-1130, 2005.
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